miércoles, 26 de febrero de 2014

El Vals del placer


El Vals del placer



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Un fuerte portazo me despierta, es él, ya ha llegado a casa.
Veloz me levanto de la cama y a oscuras voy en busca de mi
hermano. Él aún es muy pequeño para saber lo que tiene que
hacer cuando papá llega a casa. Corro hasta su cuarto y
tapándole la boca con mi mano me lo llevo al minúsculo
armario botellero que hay en el pasillo de nuestras
habitaciones. Siempre está cerrado con llave pero desde hace
poco descubrí dónde la guarda “el monstruo”. Levanto como
puedo el gran jarrón que hay sobre el armario botellero ya
que a mis 9 años aún no tengo mucha fuerza, cojo la llave que
se encuentra debajo y rápidamente abro el armario. Gracias a
que “el monstruo” bebe mucho, el pequeño armario está casi
vacío y Drew entra fácilmente.
-No te muevas, no salgas, no llores, no grites... yo volveré a
buscarte.- le digo.
Sus pequeños ojos miel están aterrorizados cuando cierro
la puerta del armario. Corro de nuevo a mi cama justo en el
momento en que “el monstruo” llega al segundo piso donde
están nuestras habitaciones. Me meto en la cama y espero a
que él llegue, como casi todas las noches. Oigo los pasos que
se van acercando, despacio, crujiendo la madera del suelo
bajo sus botas. Empiezo a temblar y cerrando los ojos me
cubro aún más con la sábana y la manta. La puerta chirría, es
la señal de que en tres pasos me sacará de la cama con ira y
odio. Tengo miedo... pero no por mí, yo ya estoy
acostumbrado... es por mamá, sé que después de que caliente
conmigo irá a su habitación. Odio escuchar gritar a mamá... y
llorar... ella es muy buena...
-No te escondas maldita rata.- me descubre de la cama.
Y cogiéndome de un brazo y una pierna me arroja con
fuerza al suelo.
¡Ah! Me despierto nervioso con el pulso acelerado,
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tembloroso, empapado en sudor, sintiendo asfixia y con las
mejillas húmedas. Salgo de la cama y corro hacia la ventana,
desesperado por sentir aire... oxígeno.
Vestido con un pantalón de pijama, camiseta y descalzo
salgo al balcón de mi habitación, ansioso por inhalar el aire
puro de la noche de Beberly Hills.
Inspiro y expiro... inspiro y expiro tranquilizándome. Cubro
mi cara con las manos y apoyado en el gran ventanal, me
deslizo hasta quedar sentado en el suelo del balcón... ese
balcón del tercer piso de mi chalet al que no salía desde hacía
días. Las pesadillas han vuelto.
He pasado media hora sentado en la soledad y me levanto
para hacer lo único que realmente me calma en esta situación.
Bajo a la planta baja, cojo el teléfono y me siento en el sofá
con las piernas recogidas.
-Hola Drew.- susurro cuando me contesta.
Mi hermano pequeño, dos años menor, se encuentra en el
estado Nueva York terminando el último curso de Ingeniería
en la Universidad de Cornell.
-Siento haberte despertado.- me disculpo.
-Tranquilo, estaba a punto de levantarme. ¿Qué haces
despierto a esas horas?
Son las cinco de la madrugada en Los Ángeles.
-Lo de siempre...
-¿Han vuelto las pesadillas?- pregunta dando en el clavo.
-Sí.- le respondo tras un gran suspiro.
-Bueno calmate... estoy bien... tú estás bien.
Escuchar a mi hermano me tranquiliza y relajando la cabeza
en el sofá me paso la mano por el pelo.
-Tengo que vestirme para ir a la Universidad ¿estás mejor?
-Sí, joder siento llamarte cada vez que... pero es que me
calmas.- le digo.
-Lo sé Troy, no tienes que disculparte... te debo muchas
cosas.
-No me debes nada, eres mi hermano. Ahora te dejo con tus
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cosas, hablamos después.
-Vale.- me dice él.
-Estoy deseando verte en la graduación.
-Y yo hermano, ahora duerme que aún es la madrugada allí.
-Hasta luego.- me despido.
-Hasta luego.
Tras colgar continúo sentado en el sofá observando el salón.
Miro las grandes estanterías llenas de libros, la chimenea de
gas apagada que tengo enfrente con la televisión de plasma
colgada encima, los cuadros abstractos que compré hace años
y que me recuerdan a mi infancia, los dos grandes sofás de piel
marrón que forman una U junto al que yo estoy sentado, la
alfombra negra de pelo lanado y la mesa de té que hay en el
centro de cristal opaco. A mi izquierda las grandes puertas
correderas de cristal que dan al jardín, con las cortinas
corridas. A mi derecha, junto a la pared, una modesta mesa
comedor con seis sillas alrededor y otro amplio ventanal que
da a la parte delantera del chalet.
Mi ligue de esta noche me sorprende por la espalda
cortando mis pensamientos y posa sus manos sobre mis
hombros para después deslizarlas por mi torso.
-¡Umm! Me has dejado sola en la cama.- me susurra al oído.
-Ya te dije que solo te traía a echar un polvo, no sé qué
haces aún aquí.- digo sin mirarla.
-Podrían ser dos.- continúa con sus tocamientos.
Me giro para colocarme de rodillas sobre el sofá y
apoyarme en el respaldo para observarla. Tan solo viste la
camisa con la que he salido esta noche, su larga melena rubia
le llega hasta los pechos y con su sonrisa pícara me guiña un
ojo. Se acerca de nuevo para posar sus finos labios en los míos
pero a escasos centímetros la detengo posando mi mano bajo
su cuello.
-Nunca repito.- le digo mirándola a los ojos.
-¿Por qué?- me susurra ansiosa.
-No quiero que piensen que puede haber algo más.
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Ella sonríe incrédula e intenta de nuevo besarme pero
vuelvo a apartarme negando con la cabeza muy despacio.
-Vete.
-Eres un gilipollas.- espeta, gira sobre sus talones y vuelve a
subir por las escaleras.
-Lo sé.
En pocos minutos vuelve a bajar con su vestido negro
ceñido y muy escotado tanto por delante como por detrás, muy
corto, sus tacones de 20 centímetros y un
minúsculo bolso en el que apenas cabe nada. Un look al que
yo denomino “buscona nocturna” ya que lo único que les
interesa es pillar a un tío que les pague todo. Y tras una breve
parada en la que gira sobre sus pies insinuando “ya sabes lo
que te pierdes” se encamina por el pasillo hasta la salida.
En cuanto cierra la puerta yo me subo a dar una ducha
relajante, no voy a volver a dormir y después debo visitar mi
viñedo.
Bajo la templada agua de la ducha termino por relajarme e
imaginar que la pesadilla al igual que el agua, se va por el
desagüe. Salgo y tras envolver la toalla alrededor de mi cintura
me apoyo en el mármol blanco del lavabo observando en el
espejo las mellas que una noche ajetreada hace en mi rostro.
Las recogidas pupilas dejan ver perfectamente el claro
marrón miel del iris y debo cortarme el pelo que ya me cubre
la frente y las orejas parcialmente. Con el pelo así húmedo y
revuelto recuerdo al niño moreno que un día fui y en como “el
monstruo” lo introducía agarrado por el pescuezo bajo la
ducha en agua gélida.
Agito la cabeza para olvidar y desconectar de ese recuerdo,
me seco y del armario vestidor cojo la ropa que hoy llevaré,
chaqueta y pantalón gris claro, camisa negra y la corbata a
juego con el traje. A pesar de ser tan joven, 24 años, jamás me
he visto como tal, “el monstruo” me hizo madurar a pasos
agigantados.
Vestido, peinado y engominado me miro por última vez en
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el espejo de cuerpo entero que hay en una esquina de la
habitación.
-Y éste es el nuevo “Empresario del Año” que hoy saldrá en
la portada de “New Ventures” una de las revistas más
prestigiosas del país.- me digo en alto.
Bajo a la cocina para desayunar y tras cruzar la puerta
blanca de vaivén, Claus y Gilly, el matrimonio que trabaja
para mi al cuidado de la casa y en parte en el mío, me reciben
sonrientes y pletóricos.
-Buenos días.- me saludan.
-Buenos días.
Me acomodo en la mesa y leo a grandes titulares la prensa
de hoy, prensa que Claus se encarga de comprar todas las
mañanas.
-Aquí tienes Troy.- me dice Claus sirviéndome el desayuno.
-Gracias.
Gilly se acerca con una revista en su regazo.
-Felicidades.- dice sonriente.- Sales guapísimo.
Me entrega la revista y ahí estoy yo en la portada, con uno
de los trajes más caros que tengo, un Brioni de 6.000$. Los
brazos cruzados, una mirada penetrante y sobre mi cabeza una
corona que la fotógrafa del artículo quiso que me pusiera. El
titular está en letras grandes e intensamente doradas para
llamar la atención.
“TROY BENSON, EMPRESARIO DEL AÑO Y REY
MIDAS DE LOS NEGOCIOS”
-¡Dios! Voy a parecer un egocéntrico creído.- les digo.
-Para nada, estás guapísimo.- me dice Gilly acariciándome
la mejilla.
Mientras bebo el recién exprimido zumo de naranja, leo el
artículo. Recuerdo el día que me llamaron para avisarme del
nombramiento, un consejo formado por importantes
empresarios habían decidido darme la condecoración. Fue la
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semana pasada. Al día siguiente de la llamada, la revista envió
una redactora, una fotógrafa, un par de maquilladoras-estilistas
y un técnico en iluminación a una de las suites de mi hotel de
5 estrellas de la ciudad. Sonrío al recordar también que días
después me tiré a la redactora... y a la fotógrafa también.
Viendo el resultado debieron quedar muy satisfechas.
-Mi favorita es la foto de la azotea.- dice Gilly sonriente.
En esa foto salgo sentado en un sillón de terciopelo blanco
con un respaldo excesivamente alto donde mi traje negro y mi
pelo engominado resaltan bajo la cálida luz del sol. La
perspectiva que tomó la fotógrafa hace que la ciudad parezca
que está bajo mis pies.
-Cierto Gilly, la fotógrafa sabía lo que se hacía.- le
respondo.
¡Y con un buen polvo se lo pagué! Pienso para mis adentros.
Cierro la revista ojeando una vez más la portada y termino
el desayuno: revuelto de claras de huevo y beicon, tortitas con
chocolate y café con leche.
-Fred ya ha llegado.- me dice Claus colgando el teléfono.
-Gracias. Hoy volveré tarde. El desayuno tan bueno como
siempre Gilly.- le digo dándole un beso en la mejilla.
De camino hacia el coche pienso en lo bien que me tratan
Claus y Gilly, un matrimonio de 60 años que llevan unos 40
felizmente casados. Soy como un hijo para ellos y es de
agradecer ya que ellos no tienen ninguno. ¿Será por eso que
son felices? La expresión de ambos es siempre risueña, sus
pequeñas arrugas del rostro demuestran que siempre han
sonreído, en todas las etapas de su vida y a pesar de que el
cabello blanco empieza a escasear en Claus y la melena
morena de Gilly que siempre lleva recogida en moño se
empieza a canear, los dos parecen más jóvenes de lo que son.
Con la bandolera cruzada por el pecho salgo del chalet, bajo
hasta la verja metálica y abro la puerta da a la calle.
-¡Pero ésto qué es!- me digo deteniéndome en el acto.
Una gran nube de fotógrafos bloquea mi camino hacia Fred
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LS color berenjena. Con un gesto rápido, saco las gafas de sol
de aviador plateadas de la bandolera y me las coloco para
evitar ser cegado por el innumerable aluvión de flashes.
Ignorando sus preguntas camino en dirección a Fred.
“¡Señor Benson... aquí por favor! ¡Señor Benson...! ¿Señor
Benson que se siente al ser uno de los empresarios más
influyentes de la costa oeste? ¿Señor Benson está feliz con su
nombramiento? ¿Señor Benson es cierto lo que han escrito
sobre usted en la revista “Al Descubierto”?...”
Los reporteros intentan llamar mi atención con un
bombardeo de preguntas pero haciendo caso omiso llego al
coche y entro, Fred cierra tras de mí y solicita a la prensa que
se retire. Gracias a dios que las lunas traseras del coche están
tintadas.
Fred monta al volante.
-¿Pero qué está pasando aquí?- le pregunto guardando de
nuevo las gafas.
-Lo siento Señor, surgieron de la nada.
-Es que no entiendo que hacen aquí. ¿Porque soy
empresario del año?
-Me temo que no solo por eso Señor Benson.
Fred se gira entregándome una revista que lleva en el
asiento de copiloto. Al cogerla, arranca y partimos hacia el
viñedo. Ojeo por encima la portada, es la revista “Al
Descubierto” por la que los reporteros me han preguntado.
Aparezco en un recuadro de la portada, vestido casual saliendo
de un “Starbucks”, el pie de la foto dice...
“El guaperas Troy Benson ¿Empresario del Año?”
-Prensa sensacionalista.- digo en voz alta.
-Así es Señor, debería leer lo que dicen.- me aconseja.
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Busco la página donde sale el artículo que han escrito sobre
mí y los ojos como platos al ver la gran cantidad de fotos que
me hicieron al entrar y salir del café, dirigiéndome a mi coche,
montándome, arrancando y saliendo.
“Éste es Troy Benson para aquellos que no lo conozcan
y lo acaban de nombrar Empresario del Año. ¿Por qué a él?
Os preguntareis, pues bien, aquí os resumimos por encima lo
que en próximas ediciones explicaremos con todo detalle.
El joven y guapo playboy californiano al que apodan
Rey Midas es uno de los empresarios ¡más prometedores de
la Costa Oeste! a pesar de su corta edad. Según informes,
triplica su gran capital en cada semestre.
Hay rumores, que aún están por confirmar, que dicen
que proviene de una rica y acaudalada familia
estadounidense. Su hermano Drew Benson, otro joven
prometedor, estudia Ingeniería en Nueva York.
Un chico con un gran coeficiente intelectual y que en su
juventud saltó varios cursos de golpe. Graduado por la
prestigiosa Universidad de Stanford en Empresariales y uno
de los pocos, que mientras estudiaba ya constaba con alguna
que otra empresa bajo su cargo.
Otros rumores, esta vez de faldas, cuentan que tuvo un
pequeño affaire con ¡¡Paris Hilton!! y que tras ella hay una
gran lista de chicas anónimas y no tan anónimas. Si se lo
cruzan en un bar, hay un elevado porcentaje de que terminen
en su cama.
Apuesto, egocéntrico, pretencioso, altanero y poseedor
de una de las fortunas más ostentosas del país... éste es el
nuevo Empresario del Año. L. Brooks”
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-¡¿Que tuve un affaire con Paris Hilton?!- exclamo riendo
sin dar crédito.
-Ya lo leí Señor.
-Vamos a hacer un parada antes de ir al viñedo.- le digo.
-Sí Señor ¿dónde vamos?
-A la revista “Al Descubierto” quiero hacer una visita al
Señor L. Brooks.
Fred me mira por el retrovisor y afirma. En la intersección
más cercana gira a la izquierda.
Alfred Masser, alias Fred, es mi chófer habitual. Lo conocí
como aparcacoches de mi hotel de Los Ángeles. Rubio de
rasgos sureños, 4 años mayor que yo y con una gran percha
física. Me asombró y lo sigue haciendo lo organizado que es y
cómo se adelanta a cualquier acontecimiento. Siempre está en
el momento indicado y para todo lo que se le necesita.
-¿Sabes dónde se encuentra esta revista?- le pregunto al ver
que no duda en tomar las direcciones.
-Sí Señor, también debe saber que es una revista de tirada
nacional.
¡Genial! Pienso irónicamente, deberé llamar a Drew para
que no le pille todo esto de imprevisto.
-¿Sabías que te diría de ir?- le pregunto.
-Cabía la posibilidad Señor.- contesta sonriente.
Deteniéndose en el arcén de un pequeño edificio de ocho
plantas, acciona las luces de emergencia y veloz se baja para
abrirme la puerta. Con paso decidido entro en el bloque con la
revista enrollada bajo el brazo, detrás mía viene él.
El edificio dispone de un control de seguridad al que ignoro
completamente y paso de largo, los guardias de seguridad
salen del mostrador para interceptarme pero Fred los bloquea
alzando las manos y deteniéndolos. Al acercarme al ascensor
observo el letrero donde se especifica las oficinas que hay en
cada planta. “Al Descubierto” planta 8.
-¡Disculpe Señor pero no puede subir sin identificarse en la
entrada!- grita uno de los de seguridad intentando apartar a
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Fred de en medio.
-¿Es que acaso no sabe quién es?- le responde mi chófer.
Las puertas del ascensor se abren y entro en el interior, Fred
viene conmigo.
-Planta 8.- le digo sin dejar de mirar a la seguridad del
bloque.
-¡Llama a la policía!- veo como le dice uno al otro.
Llegamos a la octava planta y salimos a un pequeño rellano.
La entrada está a la izquierda tras dos puertas de cristal
semitransparente. Fred se adelanta para abrirme una de ellas y
al entrar me topo con la recepción.
Tras el blanco mostrador hay una joven rubia bastante
atractiva cargada de papeles y que al verme se le caen por la
mesa. Me mira estupefacta cuando me acerco.
-Quiero hablar con el Señor Brooks.- le digo.
-¿El Señor Brooks?- pregunta perpleja.
-Sí, sobre este artículo que ha escrito sobre mí.- le digo
mostrando la revista.
Comienza a buscar sonriente el teléfono que se encuentra
sepultado bajo la gran cantidad de papeles que se le han caído
y una vez en sus manos, teclea un número.
-¿Estás libre?... Alguien quiere hablar contigo sobre un
artículo que escribiste y que se ha publicado hoy... Se trata del
Señor Benson... Sí, el mismo... Te lo digo muy enserio... Vale.-
dice la recepcionista mientras me mira de arriba a bajo.
La joven cuelga el teléfono y sale de detrás del mostrador
con una amplia sonrisa en la que se aprecian todas sus piezas
dentales.
-Por aquí por favor.- me dice para que la siga.
-Esperame, no tardaré.- le digo a Fred.
-Sí Señor.
Sigo a la recepcionista que viste un ceñido vestido blanco y
mientras cruzamos la oficina, todos los reporteros que trabajan
allí me observan incrédulos. Un fuerte aroma a café alberga
toda la oficina. Me lleva hasta la puerta de un despacho donde
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en un pequeño cartel rojo se lee “L. Brooks”, llama y abriendo
la puerta me hace pasar.
El despacho es minúsculo con una pequeña ventana que da
a un callejón, paredes de pladur marrones, una estantería con
algún que otro libro, el escritorio con un ordenador, numerosas
carpetas de colores apiladas y un par de cuadros con la primera
y segunda portada de la revista que fechan de varios años
atrás. Tras el escritorio una joven, más o menos de mi edad
calculo yo, aguarda de pie. Al verla, mi corazón da una fuerte
sacudida.
¡Joder! De larga melena morena que recoge en moño
atravesado por un lápiz, viste unos ajustados vaqueros y bajo
su camisa de cuadros roja y marrón, la cual lleva los botones
de arriba sueltos, se ve una ajustada camiseta blanca de
tirantes. Ojos color avellana que destellan al verme y unos
perfectos labios que se curvan en sonrisa enseñando
parcialmente sus blancos dientes.
Me impacta ver que no es un hombre como esperaba y que
es tremendamente atractiva.
-Laura Brooks, encantada de conocerle.- me saluda cortés
estirando la mano.
-Troy Benson.- se la estrecho.
Su mano es muy suave y casi no puedo soltarla. ¡Joder!
¿Qué me pasa? Vale, yo me esperaba a un tío y me encuentro
con un bellezón pero sigo igual de cabreado por las
gilipolleces que ha escrito sobre mí.
-Siéntese por favor. Asique quiere hablar del artículo.- dice
acomodándose en su acolchada silla negra.
-Exacto.- le digo sentándome.- Me gustaría saber de donde
ha sacado esa información que ha publicado.
La Señorita Brooks sonríe y entrelaza las manos sobre su
regazo.
-Eso es confidencial Señor Benson, lo lamento... si ha
venido por eso pierde su valioso tiempo.
-¿Cuánto lleva trabajando aquí? Parece muy joven.
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-No mucho.- contesta pero sin detallar.
-Debe ser muy buena en lo que hace para tener despacho
propio.
-Lo soy, me he esforzado mucho para lograrlo.
La miro a los ojos y presiento que por mucho que lo intente,
voy a seguir topándome contra un muro y no conseguiré
sonsacarle su fuente.
-Bien, no dispongo de mucho tiempo...- digo mirando el
Rolex Submariner de acero con disco Cerachrom verde jade
que mi hermano me ha regalado en este pasado cumpleaños.-
Lo que ha escrito en su artículo es una falsedad aparte de
injurioso por los apelativos que aplica a mi persona sin
conocerme, si realmente aprecia su trabajo y esta revista, más
vale que en el próximo número rectifique y no escriba más
sobre mí o mi ejercito de abogados la mantendrá ocupada
durante muchos... muchos... años.
-¿Me está amenazando Señor Benson?- dice apoyándose en
el escritorio.
-De ninguna de las maneras, tan solo le aviso Señorita
Brooks.
-Buenos días.- me despide cabreada alzándose con las
manos apoyadas sobre la mesa.
-Buenos días.- le respondo ajustándome la corbata.
Salgo del despacho y regreso a la recepción donde Fred se
encuentra hablando con un par de agentes de policía.
-¿Qué ocurre Fred?
-La seguridad del bloque los llamó pero ya está todo
aclarado Señor.- me dice.
-¿Entonces podemos irnos?
-Sí Señor.
Los agentes nos dejan paso sin apartar la vista de mí. ¡Sí,
soy yo chicos!
-¡Adiós Señor Benson!- grita la recepcionista cuando salgo
de la oficina.
Entramos en el ascensor y las puertas no tardan en cerrarse.
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-L. Brooks es una chica.- comento a Fred mirándole de
reojo.
-Vaya.- dice sorprendido.
-Y es... muy sexy.- le digo con gran intensidad lo que le
hace sonreír.
Mientras bajamos recuerdo esos escasos minutos que he
pasado frente a Laura Brooks, en lo excitante que es su suave
tono de voz, en lo bien que le queda ese lápiz atravesado en su
pelo, en como me gustaría soltárselo...
El ascensor llega a la planta baja y salimos del edificio bajo
la atenta y enojada mirada de los guardias de seguridad. Al
montar en el coche, suena mi móvil.
-Hola Jack, he tenido que hacer una breve parada pero voy
para allá.
Jack Rice es el que controla toda la finca, tanto el viñedo
como la bodega. Confío en él plenamente porque sabe lo que
se hace, entiende la elaboración del vino, le apasiona, yo en
cambio controlo muy poco del tema a pesar de que mi abuelo
materno disponía de un gran viñedo en Oregón con su perfecta
bodega y ese vino... era un manjar y por ello estaba tan
solicitado. Si por algo decidí comprar este viñedo fue por mi
abuelo y gracias a él. Los pocos recuerdos buenos que tengo
de niño son la mayoría con mi abuelo en esos terrenos. Le
apasionaba realmente el vino, las catas y degustaciones, que
las instalaciones fueran perfectas para que el vino fuese
excelente, que la uva fuese de la mejor calidad, el
embotellamiento, el tipo de corcho para las botellas, el
etiquetado... Cuando me dieron la noticia de su fallecimiento,
dejé de ir al viñedo.
El coche se detiene haciéndome un gran favor ya que me
corta de los recuerdos de mi infancia, recuerdos felices que
ahora con el paso del tiempo duelen como cuchillos
atravesando mi piel. Fred baja la ventanilla del coche y teclea
el número en el panel para abrir la verja de la finca. Una vez
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abierta entramos y nos dirigimos a la bodega, allí en el exterior
aguarda Jack. Viste un traje azul marino sin corbata y camisa
blanca. Se me hace raro verlo elegante pero es porque hoy
vamos a hacer una cata de un nuevo vino espumoso que
queremos sacar al mercado en breve. Jack está tremendamente
nervioso y se pasa las manos constantemente por su pelo corto
castaño. Sus ojos negros transmiten ilusión y eso me contagia
a mi también.
Los tipos de cepas que tenemos en el viñedo son
Chardonnay y Cabernet Sauvignon, dos tipos de uvas
excelentes que nos dan unos vinos de gran categoría pero para
realizar el espumoso necesitamos uva Pinot Noir y gracias a
Jack hemos conseguido surtirnos a un coste ínfimo, casi
regaladas.
Jack me recibe con los brazos abiertos, ha llegado el día que
tanto esperábamos. Antes de entrar a la bodega inspiro fuerte
el embriagador aroma a tierra, madera y uva... el aroma a
vino... el aroma que me recuerda a mi abuelo.
-Vamos, nos están esperando.- me dice Jack.
-Fred, ven con nosotros.- le digo sorprendiéndolo.
Entramos en el edificio que al comprar la finca mandé
reformar de una forma no muy agresiva, quería que
mantuviese su aspecto antiguo, su identidad como bodega y en
lo alto y clavado en la pared el letrero “Bodega Hermanos
Benson”. La llamé así porque a pesar de que a mi hermano no
le motiva el sector del vino y que yo sea el dueño de todo esto,
él es mi única familia y tiene derecho a todo lo mío, aunque él
no quiera o no lo necesite.
Subimos directamente a la planta de arriba donde nos
esperan los posibles compradores del nuevo vino espumoso,
Jack sabe que mi sola presencia ya es favorable. Va a resultar
que sí soy influyente.
Al entrar a la sala de reuniones nuestros invitados se giran
para recibirnos, acompañados por la dulce ayudante de Jack,
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Tania. Una chica joven algo interesada, de melena pelirroja y
ojos claros, con la que también he compartido una noche de
intimidad.
-¡Troy!
-Señor Meyer. ¿Cómo está?- digo estrechándole la mano
efusivamente.
-Ansioso por probar tu nuevo vino pero antes de nada,
felicidades por el nombramiento como Empresario del Año.-
me dice golpeándome el hombro.
-Muchas gracias, la verdad no me lo esperaba.
Jack también me da palmadas en la espalda sonriente.
-¿Qué tal le va a John?- le pregunto.
John es el hijo mediano del Señor Meyer, estudió conmigo
en Stanford y es un joven muy aplicado que promete llegar
lejos como su padre en los negocios.
-Que puedo decirte... se ha echado novia y lo trae por el
camino de la amargura pero bueno... ahí sigue en la empresa
conmigo. Quería venir pero había discutido con la novia y no
podía quedarse así durante los tres días que vamos a estar por
aquí. Hace poco me ha llamado para que te de recuerdos y
felicitaciones.
-Dale recuerdos de mi parte también y por lo de la novia...
ya conoces el dicho “Tiran más dos tetas que dos carretas”.- le
contesto riendo.
-¡Qué razón tienes! ¿Tú no tienes ninguna chica que te
maneje a su antojo?
-Nada serio, nada serio.- le digo negando con la cabeza.
Después de la breve charla con el Señor Meyer, el cual me
trata como a un hijo, saludo a sus dos acompañantes. Thomas
y William, dos jóvenes uno o dos años menores que yo,
trajeados y con pinta de tiburones empresariales. Apuesto que
estos me van a dar guerra en la negociación pero si por algo
tengo el patrimonio que tengo es porque soy duro de roer.
-¿Nos sentamos?- dice Jack.
Me siento en el centro de la mesa de pino ovalada con Jack
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y Fred a izquierda y derecha. Frente a mí el Señor Meyer entre
sus acompañantes. Jack hace un gesto a Tania y ésta sale de la
sala para regresar en minutos con una bandeja en la que lleva
una botella del vino espumoso y siete copas. Las deja en la
mesa y Jack me pasa la botella para que haga los honores de
descorcharla mientras el reparte las copas. Observo la botella,
por fin ha llegado el día y espero que sea delicioso, las últimas
catas fueron buenas. La etiqueta, al igual que en el resto de
vinos, consta de una foto del viñedo con la bodega de fondo en
pleno amanecer y las letras en bronce “ Bodega Hermanos
Benson” y debajo “Vino Espumoso”. Quito el aluminio del
corcho...
-¡Por un nuevo triunfo!- alzo la voz descorchando la botella.
Vierto el vino en las copas, en las siete ya que Tania
también merece probarlo y tras brindar con el Señor Meyer, lo
catamos.
El sabor es suave y entre el burbujeo y el frescor queda un
gusto exquisito, después del primer sorbo es imposible no dar
un segundo. El Señor Meyer no dice nada, tan solo bebe y
mira de vez en cuando a sus acompañantes.
-Cerremos los acuerdos porque ya tenéis comprador.- me
dice al cabo de un rato sonriente.
El Señor Meyer posee una de las empresas de distribución
nacional más importantes del país. Todo el mundo intenta
hacer negocio con él a sabiendas de que si tienes un buen
producto y a él le gusta, el negocio será muy rentable y no es
por presumir pero mis vinos... son exquisitos. El nuevo
espumoso será la revelación del año.
El padre del Señor Meyer hacía negocios con mi abuelo y él
también tuvo la ocasión de conocerle ya que entró desde muy
joven en la empresa. John y yo nos conocimos en Stanford y al
hablar descubrimos que su padre y mi abuelo se conocían. Soy
consciente de que si el Señor Meyer ha hecho negocios
conmigo es porque aparte de que soy amigo de su hijo,
conocía a mi abuelo pero también sé que antes que amigos
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somos hombres de negocios.
-Bueno antes de firmar nada tenemos un pequeño aperitivo
en la sala contigua, si son tan amables de acompañar a Tania.-
dice Jack educado.
Mientras el Señor Meyer y sus acompañantes siguen a la
secretaria a la sala 2 de reuniones, Jack me detiene para darme
un fuerte abrazo de alegría.
-Eres cojonudo Jack, está buenísimo y han alucinado.- le
digo.
-Ahora solo tienes que sacar el tiburón que llevas dentro
para la negociación.
Fred también nos felicita por la excelente calidad y los tres
nos dirigimos al aperitivo que consta de productos españoles
que la familia de Jack le manda de vez en cuando desde
España. Jamón ibérico de pata negra, quesos variados y un
gran surtido de embutidos. Todo esto acompañado por un par
de botellas de nuestro vino tinto.
Terminado el aperitivo, llevamos al Señor Meyer y sus
acompañantes a la bodega para una visita rápida ya que no es
la primera vez que el padre de John está aquí. Siempre le
impresionan las instalaciones y me felicita varias veces.
Tenemos la gran suerte que la bodega se mantiene y se mejora
con sus propios beneficios aunque en caso de emergencia
siempre disponemos de mi capital.
De vuelta en la sala 1 de reuniones comenzamos a negociar
el trato. Los ayudantes del Señor Meyer comienzan a activarse
y sacar al tiburón que llevan dentro, si son dignos de
acompañarle seguro que es porque son muy cabrones. Jack les
entrega los informes de la bodega donde se especifica el nivel
de producción que tenemos, el porcentaje de aprovechamiento
de las cepas, unas gráficas que representan el ascenso de las
ventas de nuestros vinos... Los dos se miran entre ellos y me
hacen la primera oferta por el espumoso. Miro el papel que me
hacen llegar y tras un vistazo rápido me niego a aceptar esas
condiciones. Observo al Señor Meyer mientras devuelvo los
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papeles a sus chicos y me sonríe transmitiéndome más
confianza en mí mismo.
-Señor Benson, esto es lo máximo que podemos pagarle por
botella, son un viñedo pequeño que aún está por expandir.-
dice Thomas pasándome una nueva oferta.
¿Pequeño? ¡Tengo doscientas hectáreas de terreno y otras
cincuenta por adquirir! Me siento abofeteado pero cojo los
papeles para revisar la nueva oferta.
-Lo siento pero mi respuesta sigue siendo negativa.- le digo.
-Señor Benson, debe entender que “Meyer Distributions”
es una empresa nacional y su viñedo es bastante pequeño
como para salir del mercado californiano o como mucho del
de la costa oeste. El 80% en aprovechamiento de la uva es
algo... sorprendente por no decir sospechoso.- comenta
William.
-¡¿Sospechoso?!- exclamo perplejo.
-Francamente sí Señor Benson, la mayoría de las bodegas
logran un 70 o 75% y eso es un porcentaje muy elevado. El
baremo está entre el 60 y 70% del terreno pero eso teniendo en
cuenta los posibles problemas que los viñedos suelen tener.-
continúa William.
-Lo único que queremos que entienda es que la empresa es
muy importante como para que nos quedemos sin su producto
por algún tipo de percance como una plaga, unas malas
condiciones atmosféricas o algo por el estilo. Todo eso deben
tenerlo en cuenta a la hora de calcular el porcentaje de
aprovechamiento de las cepas.- añade Thomas.
Rabioso de que estos dos pelotas intenten impresionar al
Señor Meyer, exploto.
-Compré esta bodega con 17 años, con 18 mi vino se vendía
por toda la costa oeste y a los 19... vuestro jefe aquí presente,
vino personalmente a hacer negocios conmigo... así que no
William... no se te ocurra insinuar que os intento estafar
porque no pienso consentirlo. ¿Habéis tenido algún problema
con mis otros vinos?
18

-Ninguno Señor.- palidece William.
-Está claro que solo veis un chaval de 24 años que ha
debido tener un golpe de suerte y que gracias a la familia de la
que proviene está donde está... Con esa mentalidad jamás
seréis grandes empresarios y me complace deciros que me he
dejado la piel en cada empresa que tengo a mi cargo, que no
me interesa lo bueno sino que busco lo excepcional. Estos
informes son correctos porque yo mismo me encargo de que
así sean y si les parece poco que perdamos un 20% de nuestras
uvas, les aviso que los 600 empleados que trabajan para mí
aquí, están cada día más preparados para que ese porcentaje
disminuya todavía más. Este viñedo está más que de sobra
preparado para el mercado californiano, el de la costa oeste y
el nacional... y voy a seguir dejándome piel y sangre, al igual
que mis empleados, para salir en un futuro al mercado
internacional.- me desahogo.
Ambos me observan impactados y enmudecidos pero no son
ellos con los que debo tratar por lo que dirijo mi mirada hacia
el padre de John.
-Usted y yo sabemos que nuestros vinos van a ser de los
más solicitados en muy poco tiempo y que lo que le pedimos
por botella es ridículo en comparación con lo que va a ganar.-
digo arqueando una ceja.
El Señor Meyer me observa con semblante serio sin apartar
su mirada de la mía. En cierto modo impone, me recuerda a
Marlon Brando en “El Padrino”. Su pelo moreno ya canoso
repeinado hacia atrás, una papada cada vez más prominente,
ojos negros como el carbón, su fino bigote... se reclina sobre la
mesa sin cambiar la expresión.
-Eres un verdadero hijo de perra en los negocios... pero
estoy de acuerdo. No me sorprende en absoluto que te apoden
“Rey Midas” y que todo lo que toques lo conviertas en oro...-
dice sonriendo y estrechando mi mano.- Trato hecho, en dos
semanas tendrás aquí los camiones.
-De oro nos vamos a hacer usted y yo Señor Meyer.
19

negocios contigo, llámame si sacas nuevos productos.
-Lo haré.- le digo sonriendo.- Tania, trae tres lotes de vino
para los caballeros como regalo de la casa.
-Ahora mismo Señor Benson.
Los acompañamos hasta el coche, un Mercedes CL 65 AMG
plateado, el lujo materializado, con 630 caballos nada más y
nada menos. Thomas guarda el vino en el maletero y se monta
de copiloto. El Señor Meyer antes de montar detrás se gira
hacia mí.
-Tienes dos buenos perros de presa.- le digo.
-Sí pero los cambiaba por uno como tú. Tu abuelo estaría
orgulloso de ti.
-Gracias y tenéis a vuestra disposición el Hotel Benson L.A
para estos días.
-No esperaba menos de ti.- sonríe Meyer.
Tras estrecharnos las manos efusivamente el Señor Meyer
monta en el coche y salen de la finca. Sacó el móvil del
bolsillo interno de la chaqueta y llamo a Mara, la imponente
directora de mi hotel de Los Ángeles.
-Dime Troy.- contesta al primer tono.
-Mara, un cliente muy especial va a alojarse unos días allí.
-De acuerdo, le reservo la suite imperial. ¿A qué nombre?
-John Meyer, todo por cuenta de la casa, lo que pidan.
-Muy bien Troy, sin problema.
-Gracias, un día de estos pasate por la oficina y charlamos.
-Sí, la próxima semana voy.- me dice.
-Bien, ciao.- cuelgo.
Me giro y observo que Jack está hablando con Fred y
señalando las cepas, el entusiasmo que desprende es
contagioso. Al mirarme sonríe a sabiendas que el trato que
acabamos de hacer es sin duda mejor de lo que esperábamos.
-Bueno pues nosotros nos vamos ya.- le digo a Jack cuando
me acerco a ellos.
-Voy a por el coche Señor.- me dice Fred dejándonos a
20

solas.
Jack no deja de mirarme sorprendido.
-¿Qué ocurre?- le pregunto intrigado.
-Nada... es que por muy bien que te conozca siempre me
sorprendes.
-¿Lo dices por el contrato? Tú y yo sabemos que lo que dije
es verdad y él sabe que si no me lo paga, habrá otro gustoso en
hacerlo.
-Les diste caña a Willy y Thomy.- dice sonriente.
-Me fastidia que me traten como un chaval que no sabe de
lo que habla ni lo que se hace.
-Ahora ya sabrán el gran empresario que eres.- dice pasando
su brazo por mi cuello.
Jack me acompaña hasta el coche comentando y riendo
sobre las caras que pusieron los acompañantes del Señor
Meyer cuando me negué con esa generosa oferta para pedir
más o cuando saqué mi tono amenazador sobre William.
Hecha la despedida me acomodo en la parte trasera del
coche.
-¡Buf! Estoy agotado.
-Si quiere puede dormirse Señor, le despertaré cuando
lleguemos.
-Gracias Fred pero no te preocupes, aguantaré.
-Le pondré la radio Señor.
Fred enciende la emisora y localiza una frecuencia
exclusiva de canciones. Recuesto la cabeza en el asiento y al
mirar a mi izquierda veo la revista “Al Descubierto” ahí tirada.
La recojo y tras ver de nuevo mis fotos y el artículo, sonrío al
recordar el encuentro con Laura Brooks... la excitante Señorita
Brooks.
-¡Hum! Apuesto, egocéntrico, pretencioso...- río.
-¿Dice algo Señor?
-No, nada, estaba leyendo en alto.- digo guardando la
revista en la bandolera.
-Seguro que la Señorita Brooks rectifica Señor.
21

-No sé, parece dura de pelar.
Fred me mira por el retrovisor a sabiendas de que la chica
ha causado un fuerte impacto en mí.
Al llegar a casa veo que la prensa sigue esperando ahí.
-¡¿Joder, es que no se van?!- exclamo.
-Espere Señor que le abro la puerta.
-No Fred, no te preocupes.
-¿A que hora paso mañana a recogerle?
-Mañana no creo que salga de casa y menos con estos aquí
esperando.
-Pero mañana tiene la gala de Empresario del Año, Señor.
-¡Joder! Ya no me acordaba, creo que tengo que estar en el
Ritz sobre las ocho de la tarde.
-Perfecto Señor, le recojo a las siete y media, llamaré para
que me abra la verja y así poder entrar con el coche hasta su
casa y evitamos la prensa.
-Gracias Fred.
Bajo del coche y la multitud de periodistas comienzan a
hacerme fotos una vez más y nuevas preguntas. Por suerte
ahora estoy más preparado y los cruzo veloz empujando si
hace falta. Abro la puerta de hierro y la cierro veloz tras de mí.
Entro en casa. ¡Hogar, dulce hogar!
-Querido ¿ya estás aquí?- dice Gilly al verme.- No hacen
más que mencionarte por televisión.
-Fuera hay un ejercito de periodistas.- le comentó tirándome
en el sofá. ¡Oh!
-Tienes mala cara ¿te encuentras bien?
-Sí, solo estoy cansado porque pasé mala noche.
-¿Otra vez pesadillas?- me pregunta preocupada.
-Sí, no entiendo por qué vuelven, llevaba días durmiendo
del tirón.
-Has estado muy nervioso con lo del nuevo vino, puede que
se deba a eso.
-Cierto Gilly, puede que tengas razón.
-Bien, ahora sube a ponerte ropa más cómoda y baja a cenar.
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Desabrochándome la corbata hago lo que me dice. En mi
habitación me quito la ropa y la dejo sobre la cama. Entro al
baño y tras meter en el cubo de la ropa sucia el bóxer y los
calcetines, entro a la ducha. Debo ir al quiropráctico la
próxima semana ya que vuelvo a tener contracturas por todos
lados, regalo que me ha dejado “el monstruo” de por vida.
Bajo a la cocina mucho más relajado y cómodo, no hay
nada como andar por casa con camiseta y pantalón de pijama.
-Buenas noches Troy.- me saluda Claus.
-Buenas noches.- contesto sentándome a la mesa.
Claus y Gilly viven en la casa de invitados que hay pegada a
mi casa y siempre comen o cenan después de mí y haberlo
dejado todo recogido.
Cuando tengo invitados o Drew viene a verme, en la
segunda planta del chalet dispongo de cuatro habitaciones y
dos baños.
La tercera planta es exclusiva para mí, aparte de Gilly y
Claus o mis ligues nocturnos, rara vez subo con alguien y se
divide en tres estancias. Mi cuarto es la más grande ya que
incorpora un amplio baño con ducha y jacuzzi y un gran
armario vestidor, balcón de cinco metros cuadrados aparte. La
siguiente es una zona de ocio, con un amplio sofá negro frente
a un televisor de plasma de sesenta pulgadas, una pequeña
licorería en un rincón y en el otro extremo dos guitarras, una
española y otra eléctrica junto con su bafle y un modesto
órgano con una silla. La última estancia es la más pequeña, un
despacho simple con su escritorio y ordenador, una caja fuerte
acoplada en la pared y un armario archivador donde guardo
toda la documentación y el papeleo, cerrado con llave.
-¿Te pongo algo más?- me pregunta Gilly al ver que he
dejado el plato impoluto.
-No gracias, ya estoy saciado.- le sonrío.
Cojo la copa de vino y la botella y me dirijo al salón, hoy no
tengo ganas de mambo así que veré la televisión antes de irme
a la cama, espero que pongan algo interesante para ver.
23

Enciendo y hago zapping hasta que doy con una noticia que
me sorprende y me provoca carcajadas. La interesante y
excitante Laura Brooks es abordada a la salida de su trabajo
por un gran número de reporteros.
“-¡Que no voy a decir nada, no soy un personaje!”
“-¿Laura es cierto que Troy Benson vino a verte para
hablar del artículo?”
“-¡Dejadme por favor!”
-Donde las dan las toman.- digo sonriente mientras bebo
más vino.
Pero verla hace que aumente mi excitación e interés por
ella. ¡Dios, tengo que volver a verla!
Estoy concentrando mirando a Laura montarse en un taxi
cuando el teléfono de casa me desconcentra.
-¿Sí?- descuelgo.
-Troy soy yo.
-¡Drew, joder quería llamarte pero se me va la cabeza!
-¿Ibas a avisarme sobre los periodistas?
-Sí. ¿Ya están dándote la murga?
-Un poco pero nada que no pueda controlar. No pensé que
por nombrarte Empresario del Año se armaría este revuelo.
-No es solo eso, una revista ha sacado un artículo de
bastante mal gusto en el que sales nombrado y eso ha soltado
la carnaza para estas hienas. Hoy fui a hablar con la que lo
escribió y le dije que rectificara o acabaríamos en los
tribunales.
-¡Vaya!- exclama.
-Espero que lo haga porque me temo que no es demandable,
algunas cosas que dice son verdad pero eso no se lo iba a
decir.- le confieso.
-Bueno al menos con tu visita has conseguido que a ella
también la atosiguen.
-Sí.- rompo a reír.- ¿La has visto?
24

-¡Hum! Como para no verla... está buena.
Continúo riendo con el comentario de Drew más que nada
porque tiene razón.
-Pero seguro que tú ya le tienes el ojo echado.- sigue
diciendo.
-Bueno... quizá... - intento no parecer tan interesado.
-No te hagas el desinteresado conmigo Troy que te conozco
muy bien. Ve por ella, no lo dudes. Apuesto que en cuanto te
vio en persona se le cayeron las bragas al suelo.- comenta
jocoso.
-¡Joder, qué bruto!- río de nuevo.- Pero te mantendré
informado.- termino por decirle.
-Bueno y aparte de tu visita a la periodista macizorra ¿qué
has hecho hoy?
-Pues he cerrado un gran trato con el Señor Meyer.
-¿Ah sí?
-Sí, nos compra el vino espumoso a un precio superior al
que podíamos pedirle pero no sé que me pasó... vino con dos
prototipos a tiburones empresariales y... sentía que me miraban
incrédulos de como un chaval como yo podía ser el gran
empresario del que tanto hablan y eso me jodió... me jodió
muchísimo y quise darles en los morros.
-Bueno no te preocupes, el Señor Meyer se lo puede
permitir... además estoy seguro que el vino se merece lo que
van a pagar.
-La verdad es que sí, está muy bueno... muy suave... se bebe
como el agua.
-Tengo ganas de probarlo.- dice ansioso.
-Ya te voy a mandar un par de botellas.- le digo.
-Mejor traelas para mi graduación... así brindamos.
-¡Genial, claro que sí! ¿Es en dos semanas no?
-Sí, cae viernes...- suena un timbre.- Es Kith, nos vamos a
tomar unas cañas.
-Vale, pasalo bien. ¿Oye, necesitas dinero o algo?- me
pongo en plan hermano mayor.
25

debes preocuparte tanto por mí.
-¡Ais!- suspiro.- Lo sé, perdona, a veces soy muy pedante.
-Venga que no pasa nada, que duermas bien y ya sabes que
en caso de... llámame sin problemas.
-Confío en que hoy dormiré bien.- le contesto a sabiendas
que se refiere a las pesadillas.- Saluda de mi parte a Kith.
-Vale, hasta mañana hermano.
-Hasta mañana hermano.- me despido y cuelgo.
A veces pienso en que si nuestra infancia no hubiese sido
tan terrible, nuestros lazos fraternales no serían así de fuertes.
Dejo el teléfono en la carga de batería y apagando la tele me
dirijo a la cocina a dejar la copa y la botella de vino que con la
tontería me la he bebido entera. Me dispongo a salir de la
cocina cuando de la ventana veo que Claus y Gilly están
bailando en la casa de invitados. Absorto los observo moverse
al compás de alguna canción lenta, sonriéndose mutuamente.
Ella apoya sus manos en los hombros de él y después la
mejilla al pecho. Él la rodea con sus brazos y posa su barbilla
en la cabeza de ella. Todo sin dejar de balancearse. Se les ve
tan felices, yo quiero ser igual de feliz. Agito la cabeza para no
entristecer y pasándome las manos por el pelo marcho a mi
habitación.
26


domingo, 23 de febrero de 2014

EN LÍNEA CON AMBER


EN LÍNEA CON AMBER




CAPÍTULO 1

Detengo la película del ordenador, dejo el bol de palomitas
sobre la mesa, doy un trago de agua para aclararme la boca y
me coloco el auricular inalámbrico en la oreja para contestar la
llamada.
-Hola guapo, estás en línea con Amber, ¿cómo te llamas?
-Eh... Rudy.- contesta una voz masculina algo afónica, como
de hombre entrado en años.
-Hola Rudy, dime lo que quieres.
-¿Qué llevas puesto?
Bajo la vista a mi pantalón amplio de chándal y mi camiseta
blanca de tirantes.
-Un pequeño y fino tanga negro, y un sujetador a juego que
me aprieta las tetas.
Llevo en esto lo suficiente como para saber lo que hacer.
-¿Y tacones?- pregunta el interlocutor.
-Rojos, brillantes y de veinte centímetros.- contesto mientras
me deshago de los calcetines y cojo unos tacones que tengo a
mano para estos casos fetichistas.
Hay que saber reaccionar en este trabajo y captar la voluntad
del cliente. Me pongo los zapatos negros y doy un leve taconeo
para que lo escuche.
Rudy acelera la respiración y jadea. Sí, se está masturbando.
-¿Qué número usas?- pregunta.
-Un treinta y siete.
-Sí.- jadea.- Quiero que me pises con ellos.
-Umm... claro. Desnúdate y túmbate en el suelo, vas a ser mi
alfombra.
-Sí.- vuelve a jadear excitado.
1


Me levanto de la silla ergonómica y camino un poco por mi
habitación. El suelo es de madera y resuena bastante. Espero
que no estén los vecinos de abajo.
-Ahora piso tu culo.- le digo.
-Sí.- jadea.
-Mientras me toco. ¡Oh!- gimo.
Rudy emite un gemido y percibo el leve sonido de la masturbación
al otro lado de la línea. Una especie de “clo clo clo”.
-Y voy subiendo poco a poco por tu espalda, clavándote el
tacón y dejándote unas marcas que no se irán en varios días.
Mi cliente exhala y gime una vez más.
-Y te azoto.- digo.
Me golpeo con la mano derecha el antebrazo izquierdo varias
veces, como si fuera en su culo.
Vuelvo a sentarme en la silla y me autogolpeo un par de veces
más.
-Ponte a cuatro patas.- ordeno.
-Sí.
-Voy a meterte el tacón por el culo.
Rudy gime en señal de que le gusta la idea. Ya lo sabía.
Monté este negocio particular hace siete meses, desde que el
dueño del restaurante donde trabajaba como camarera me echó
a la calle sin previo aviso. ¿Cómo se me ocurrió montar una línea
erótica? Pues la verdad que la gente siempre me ha dicho
que tengo una voz muy bonita, muy sexy, sugerente, que valdría
para la radio. Entrar en ese medio de comunicación es muy
difícil, por eso me he montado esto... de momento.
La primera regla en un negocio como éste es no colgar tú
sino el cliente y alargar lo más que puedas la llamada. Cuanto
más minutos, más dinero. Pero en este caso, en doce minutos y
veintiséis segundos se ha corrido y yo he fingido el orgasmo.
Me basta y me sobra. Le agradezco la llamada y cuelgo. Estoy
2

con la regla y me duelen los ovarios.
Me quito el auricular, los tacones y resoplo mientras me recuesto
en la silla.
Rachel empieza a reír desde la puerta de mi habitación y me
giro hacia ella.
-Ya te he dicho que no me gusta que me espíes cuando trabajo.-
le reprendo.
-¡Ay chica!- exclama y vuelve a reír.- No entiendo como
puedes hacer esto, lo de meterle el tacón por el culo me ha matado.
Vuelve a estallar en risas y cómo no, me contagia. La verdad
que tiene razón, pero éste hombre no era de los más raros a los
que he atendido.
Rachel se deja caer sobre mi cama y yo lo hago junto a ella.
Es mi mejor amiga y vivimos juntas desde que teníamos dieciocho
años, es decir desde hace... ocho años.
¡Caray, cómo pasa el tiempo!
Las dos somos del mismo pueblo de Montana y ambas nos
marchamos cuando terminamos el instituto. Queríamos irnos
de aquél pueblo diminuto donde o sales de joven u olvídate de
hacerlo, y no aspirábamos a pasar por cuatro o cinco años de
carrera universitaria. Nuestras familias se negaron pero eso no
impidió que nos fugáramos una noche y estuviéramos los tres
primeros años llamando a casa para asegurarles que estábamos
bien pero sin decirles dónde nos encontrábamos. Eso hizo que
la policía no entrara en acción.
Nos vinimos aquí, a Seattle, a la ciudad de la Aguja Espacial,
a la ciudad de los Ferrys, y vivimos en un tercer piso de
tres habitaciones, un baño y el salón con la cocina cerrada. Nos
costó mucho sudor y esfuerzo conseguirlo. A mí horas y horas
trabajando en restaurantes de comida rápida, a Rachel, horas y
horas de cajera en supermercados.
3

Con el paso de los años yo me ido dando cuenta que me va
el tema hostelería, ya sea cocina o bar. A Rachel le va la alfarería
desde pequeña; fue ver Ghost y quedar prendada de la
historia de amor, de Patrick Swayze, de la magnífica escena
con el barro, de la banda sonora... y de la quiromancia también.
La verdad que tiene mucho talento, su taller está en la tercera
habitación del piso y ha conseguido vender varias de sus
obras.
Rachel es morena de ojos verdes y yo soy castaña de ojos
caramelo claro. Ambas de pelo largo y liso, de estatura similar,
(metro sesenta y ocho) y muy monas. Siempre hemos tenido éxito
con el género masculino y no nos podemos quejar.
¡Estamos cañón! ¡Y solteras!
Reímos sobre mi cama mientras le cuento las cosas más sórdidas
que he oído y dicho a través de la línea erótica, cuando el
teléfono se pone a sonar de nuevo.
Me levanto corriendo, me siento en la silla y mientras me
coloco el auricular, apoyo los pies sobre la mesa.
-Déjame quedarme, te prometo que no me río y no te molesto.-
pide Rachel mientras coge de mi mesa las palomitas.
-Pero nada de ruido.- le advierto.
-Sí.
Se sienta en mi cama con las piernas cruzadas y yo contesto.
-Hola guapo, estás en línea con Amber, ¿cómo te llamas?
Suelo poner una voz algo más... porno, por así decirlo.
-Hola Amber, me llamo Víctor.- contesta una voz gruesa que
me pone los pelos de punta... ¡y los pezones!
Bajo las piernas de la mesa y casi me quedo sin respiración.
No suelo dar con este tipo de voces tan sexys y me imagino a
un tío cachas, joven, inteligente y guapo a rabiar.
-Víctor.- digo intentando no suspirar.- ¿Qué deseas de mí?
Rachel se ha quedado con un puñado de palomitas cerca de
4

la boca y yo me abanico con la mano, dándole a entender que
esa voz me gusta.
-Sinceramente es la primera vez que llamo a algo de este estilo.-
contesta con un suspiro.
-¿Y qué te ha hecho cambiar de opinión?
Víctor silencia pero no cuelga.
-Estoy un poco indeciso porque voy a pedirte algo que lo
más probable nadie te haya pedido.- dice al fin.
-Créeme, me han pedido casi de todo.- contesto.
Rachel arquea una ceja.
-¿Sueles quedar con clientes?
Me levanto del sitio, agito las manos al aire y me vuelvo a
sentar. Rachel me mira más extrañada aún.
¿Me ha pedido que quede con él?
-Tienes razón, quedar con un cliente no me lo ha pedido nadie.-
digo en alto para que mi amiga se entere.
Ella se incorpora en la cama y niega con ambas manos. Sí, sé
que es una locura.
-No está dentro de nuestra política de empresa, además aquí
no damos ese tipo de servicio.- añado.
-Lo sé, lo imagino. En realidad no sería un cliente.
-¿Explícate?- me intrigo.
-Verás, tengo un amigo que está bajo de moral, muy deprimido
y muy triste. Ha salido de una relación recientemente y la
ex se va a casar este mes de Julio. Sí, lo que oyes, lo dejaron en
Mayo y dos meses después se casa con otro. La muy bruja, como
todos somos del mismo grupo de amigos, le ha invitado a la
boda.
Arqueo las cejas ante lo zorra que es esa tía.
-Y había pensado si, no sé, tú podrías quedar con él y... levantarle
un poco el ánimo.
-Te he dicho que aquí no hacemos ese tipo de servicio. Estás
5

buscando una prostituta.
Rachel abre la boca y me hace con los dedos que corte la llamada.
-No busco una puta.- dice él.- Busco una chica que finja coquetear
con él y le haga olvidar a su ex.
-Eso es una actriz, tampoco hacemos ese servicio.
Aunque esté sola en esto, me gusta pluralizar como si fuéramos
una gran empresa. Me da seguridad.
-Eres dura de pelar, ¿eh?- dice y se ríe levemente.
Con esta voz debe estar... ¡muy bueno!
-Te lo voy a dejar claro. Te quiero a ti, me gusta tu voz y yo
diría que eres muy atractiva. Si te he llamado es porque he oído
hablar de ti, Amber, hablar muy bien. Cumplir las fantasías de
tantos hombres... Se podría decir que eres como una Diosa. Afrodita.-
susurra erizándome más la piel.
Sonrío y miro a Rachel. Ésta mueve la cabeza queriendo saber
que me está diciendo Víctor.
El timbre de casa suena y yo cubro el micrófono del auricular.
Después frunzo el ceño y acribillo con la mirada a mi
amiga que ha dejado la puerta abierta. Rachel se levanta y marcha
corriendo a abrir, no sin antes cerrar la puerta tras ella.
-¿Qué ha sido eso?- pregunta Víctor.
-Emm, mi vibrador.- miento.- Que ya ha llegado a la temperatura
que me gusta.
-Umm, ¿te gusta caliente?
-Me gusta frío.- musito seductora.
-Uff.- exhala él.- Me la has puesto dura. Ahora entiendo que
tengas tanto éxito.
La verdad que no me puedo quejar. Me va muy bien.
-Bueno, entonces, ¿qué me dices?
-¿A lo de tu amigo?
-Sí.
6


-No lo sé.
-Te pago ahora mismo cinco mil dólares y cada semana que
pases con él aumentaré mil dólares más. Tienes que estar mínimo
hasta la boda, en cuatro semanas. Y lo que hagas con él es
cosa tuya.
Los ojos casi se me salen de las órbitas.
¡Eso es un dineral!
Podría alquilarme un restaurante pequeño y empezar a hacer
lo que a mi me gusta.
-¿Puedo pensármelo?- pregunto.
-En dos horas te vuelvo a llamar.
Cuelga y me quedo alucinando. ¿Es posible que este tío esté
dispuesto a pagarme NUEVE MIL DÓLARES por coquetear
con un amigo suyo? ¿O realmente espera que me acueste con
él?
Me quito el auricular, lo dejo sobre la mesa y sigo sentada
pensando en la oferta.
La puerta de mi cuarto se abre y me vuelvo. Rachel asoma la
cabeza.
-Amber, guarda el chiringuito que han venido los chicos.
-¿Otra vez?- me quejo.
-Sí, y han traído pizzas y cervezas, así que arréglate un poco
y sal.
Mi amiga cierra la puerta y yo bufo asqueada.
En tejanos, camiseta de tirantes y sandalias, salgo al salón
para encontrarme con Austin y Bruce. Nuestros vecinos roqueros
del primero y que una noche salimos con ellos llegando incluso
a liarnos.
Son un par de años mayores que nosotras, siempre visten
como viejas glorias del rock y aunque sean guapetes, a mi me
aburren como una ostra. Rachel y Bruce siguen con el tonteo
que hubo en su día y por eso suelen venir muy a menudo a ca-
7

sa. El problema es que Austin espera lo mismo de mí, cosa que
ni loca vuelvo a caer en ese error.
Rachel está tirada en uno de los sofás con las piernas sobre
Bruce. Austin se encuentra en el otro sofá donde me tendré que
poner yo. Saludo y me acomodo en la esquina, lo más lejos
posible de mi vecino.
Los tres están bebiendo cervezas y antes de que pueda inclinarme
para coger una, Austin se adelanta, la abre y me la entrega.
-Gracias.- le digo.
Levanto el botellín hacia él y bebo.
-¿Cómo te va todo, Amber?- pregunta.
-Bastante bien, ¿y a ti?
Austin se pasa la mano por su pelo rubio oscuro y apoya el
brazo en el respaldo del sofá para quedar frente a mí. La barba
de una semana y las ojeras le dan un aspecto desastroso.
-Bien, por fin ha pasado la semana del turno de noche. Son
mortales.- dice sonriente.
La verdad que no sé a qué se dedican los dos. Han hablado
de ello varias veces pero como no me interesa, supongo que mi
cerebro lo suprime.
Rachel y Bruce ríen y tontean a nuestro lado sumergidos en
su mundo. Le he dicho varias veces a mi amiga que no lo haga
ya que me pone en una situación incómoda pero está visto que
le importa un pimiento.
Cojo una porción de pizza y Austin también lo hace para
después sentarse más cerca mía. Siempre hace lo mismo, se acerca
para intentar algo que no va a conseguir.
Enciendo el televisor, subo el volumen lo suficiente como
para cortar el tonteo de Rachel y Bruce, y sigo comiendo y bebiendo.
-Amber, ¿te has quedado sorda o qué?- comenta Rachel.
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Fulmino a mi querida amiga con la mirada y no le lanzo la
porción de pizza porque tengo hambre sino...
-Pues un poco sí.- contesto y le saco la lengua.
Rachel se ríe y vuelve a pasar el brazo alrededor del cuello
de Bruce.
Austin resopla y percibo cierto movimiento de sofá.
-Voy a por servilletas.- digo.
Me levanto fugaz del sofá y marcho a la cocina. Necesito un
poco de margen, hoy Austin parece más ansioso de lo normal y
como siga así voy a tener que darle el corte del siglo.
Camino por la cocina de dos metros cuadrados con las servilletas
en las manos. De vez en cuando me asomo parcialmente
a la puerta y veo el cogote de Austin. El cabrón ha aprovechado
mi ausencia para cruzar la línea de mi zona. Si ahora me siento,
ya sea a su derecha o izquierda, por narices voy a quedar junto
a él.
¡¿Qué hago?!
Me apoyo en la encimera de mármol negro y resoplo. La
puerta semicerrada de la cocina chirría un poco al abrirse y a
mí se me para el corazón al pensar que es Austin. Puedo respirar
cuando veo que es mi compi.
-¡Dios, qué susto!- bufo.
-¿Se puede saber qué haces?- murmura acercándose.
Agito los brazos y las servilletas de papel desesperada y medio
loca, y señalo al exterior de la cocina, al salón.
-Pero, ¿tú le has visto?- gruño bajo para que no me oigan los
chicos.- Rachel, te he dicho mil veces que no quiero nada con
Austin y estoy harta de que cada vez que venga intente hacer
algo. ¿Qué quieres que haga? ¿Le doy con una sartén en la cabeza?
-Que alarmista eres. Pues dile que no te interesa en ese aspecto,
no es tonto, lo entenderá.
9


Frunzo el ceño hacia mi amiga y pienso en si lo mejor sería
darle a ella con la sartén.
-Se lo he dicho por activa y por pasiva.- comento.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Quedarte aquí toda la noche?
Bufo y me paso la mano por el pelo estresada.
-No.- respondo sonriente.- Te vas a sentar tú al lado de Austin.
-¿Qué?
Doy un trago a mi cerveza, sonriente, mientras veo la televisión
junto a Bruce. Aún sigo sin poder creerme cómo he podido
tardar tanto tiempo en hacer esto. Me he librado del pesado de
Austin y de los continuos refroteos sexuales de Rachel y Bruce.
¡Esto es el paraíso!
Aunque mi amiga esté dos días sin hablarme.
Tanta cerveza me ha dado ganas de hacer pis. Me levanto y
casi tambaleándome recorro el corto pasillo hacia el baño.
¿Estoy borracha?
Enciendo la luz y al verme reflejada en el espejo abro la boca
asombrada, porque sí, parece que acabo de llegar de party.
Hago mi necesidad, me lavo las manos y la cara, me lavo los
dientes y me peino un poco. Me arreglo la camiseta de tirantes
que no sé cómo ha dejado a la vista mi sujetador rojo y salgo
de nuevo al salón, aunque solo tengo ganas de irme a dormir.
Espero que nuestros vecinos se marchen enseguida.
Me cuesta enfocar un poco debido al alcohol que llevo en
sangre y la oscuridad del salón, que solo se ve interrumpida por
la luz de la tele, pero me detengo en el acto cuando no veo ni a
mi compañera ni a Bruce en el salón.
¿Dónde están?
-¿Dónde están?- pregunto a Austin.
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Mi vecino se gira sonriente hacia mí y me señala el pasillo.
¿Se han ido al cuarto?
¡Lo que me faltaba!
-Nos han dejado solos.- susurra en un tono casi obsceno.
Me llevo las manos a la cabeza y digo lo que toda mujer.
-Me duele la cabeza, creo que me voy a dormir.
-¿Ya?
Austin se levanta como un resorte del sofá y camina hacia
mí.
¡No, que no tengo una sartén a mano!
Mi vecino es alto pero esta noche lo parece más y da la sensación
que se cierne sobre mí como una fiera salvaje.
-No puedes irte todavía, Amber.
-Austin.- digo y me sale un hipo. ¡Qué casualidad!- Te he dicho
varias veces que lo que pasó, pasó, no se va a repetir, deberías
dejar de intentarlo.
-El que la sigue la consigue.- comenta jovial.
-Lo que consigue es un sartenazo.- aclaro.
Él chico se carcajea y sigue acercándose.
-Ya nos hemos acostado una vez, ¿por qué no repetir? ¿no lo
pasaste bien?
Sube las manos a mi rostro y yo retrocedo hasta toparme con
la pared. Austin apoya las manos a cada lado de mi cabeza y ladea
la suya.
-Me gustas, Amber. ¿Es que no te has dado cuenta? ¿Que no
puedo dejar de pensar en ti? ¿Que cada vez que te veo se me alegra
hasta el día más negro? ¿Que para mí fue mucho más que
un polvo pasajero? ¿Qué puedo hacer para que me des una oportunidad?
Dímelo y lo haré.
Mi mente se satura ante semejante despliegue y Austin aprovecha
mi bloqueo para acercarse a besarme. Sus carnosos labios
bailan sobre los míos lentamente y su barba me rasca la
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cara. Estoy completamente bloqueada. No puedo moverme.
La impulsividad de mi vecino me levanta el rostro, para tener
más ángulo, y su boca se vuelve más ansiosa.
Sus labios son los únicos que me tocan y cuando su lengua
accede a mí, reacciono como si despertara de una pesadilla y le
aparto la cara.
-Austin, no.- murmuro.
Él pega la nariz a mi pelo e inspira fuerte.
-Estoy loco por ti.- susurra.- Completamente loco por ti.
Cierro los ojos y me lamento de aquella vez que nos liamos.
Esto es peor que un simple calentón. Tiene sentimientos hacia
mí, sentimientos no correspondidos.
-Austin, estoy bebida y no me encuentro bien. Por favor, vete
a casa.
Él frota su cara en mi pelo, como si quisiera impregnarse de
mi aroma para no olvidarlo nunca.
-Dame una oportunidad, concédeme una cita.
-Déjame que lo piense.
Su aliento me golpea en la oreja cuando ríe.
-De acuerdo.- responde al cabo de unos segundos.
Aparta su cabeza de la mía, toma mi rostro entre sus grandes
y ásperas manos, y vuelve mi cara hacia él. Después desliza los
pulgares e índices por mis cejas, pómulos, nariz, orejas, mentón,
barbilla y labios.
-Eres tan bonita.- suspira encandilado.- Preciosa.
Vuelve a pegar sus labios en los míos y me da un tierno, breve
y suave beso. Apoya la frente en la mía y jadea.
-Soy un buen tío.- comenta y se aparta.
Empieza a retroceder lentamente hacia la salida sin dejar de
mirarme. Yo también le miro y solo deseo que salga ya de mi
casa.
-Soy un buen tío, Amber.- repite y cierra la puerta.
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Suspiro de alivio y corro para echar el cerrojo. Después apago
la tele y me voy a mi cuarto que también cierro de pestillo,
por si acaso.
Me siento en la cama y apoyo la cabeza en las manos.
¡Menudo marrón tengo encima!
Boto del susto cuando el teléfono del trabajo empieza a sonar.
¡Agg, no estoy en condiciones para atender la línea!
Me levanto para desconectarla y entonces recuerdo la oferta
que me hizo el cliente de antes y que quedó en llamarme después.
Introduzco rápido el auricular en mi oído y contesto.
-Hola guapo, estás en línea con Amber, ¿qué deseas?
-Soy yo, Víctor, ¿te acuerdas de mí?- dice con esa voz tan
sexy que eriza cada centímetro de mi piel.
-¿Cómo olvidarte? No todos los días un cliente me propone
quedar con un amigo suyo.
-¿Y bien?
Miro la pequeña lámpara de mi mesilla, lámpara que me hizo
Rachel en su taller, y agito la cabeza.
¡Son nueve mil dólares!
-Acepto.- contesto.
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Ávaro Ganuza Escritor




Álvaro Ganuza Escritor

El escritor Álvaro Ganuza
Nace en Pamplona e 5 de septiembre de 1984
hoy en día vive en un pueblo pequeño pueblo de Navarra.
De pequeño sí que solía escribir pero nunca le dio por estudiar literatura.
Ahora me he dado cuenta que es su gran pasión y quiero llegar a ser un gran escritor.
Es un chico romántico y aunque el trasfondo de sus novelas es el romance, le gusta escribir todo tipo de género.
Sus novelas.
El Elegido,batalla entre clanes.
Red Nights.
El pacto de la sirena
Soy Mujer y soy Wahari
En linea con AMBER.
El Vals del placer.